sábado, 16 de octubre de 2021

Más teología y menos...

Algunas veces me pregunto cómo es posible el retroceso de la Teología en el espacio público. Al menos en el mío. Y voy llegando a la conclusión de que se ha encargado de dar respuesta a todas las preguntas que le llegan sin ser capaz de plantear su propio programa y desarrollar con profundidad su propio pensamiento. Si se hace un pequeño recorrido por la Teología reciente se descubren corrientes y corrientes, temas y temas, vertientes y causas por doquier que, poco a poco, la han desmembrado y desorientado la reflexión desde sus mismas fuentes. Por otro lado, la preocupación del método por el método -que resulta sinceramente ridícula vista, eso sí, con la perspectiva de los años y de sus frutos- ha hecho que se manejen todo tipo de objetos extrañísimos y rarísimos a la propia teología, dotándole de un alcance sinceramente escaso y de cortas miras, incapaz de llegar donde promete e incapacitándose para alcanzar y transmitir a otros el alcance propio de sí misma. En esto, evidentemente, se ha visto encerrada la Teología por querer asemejarse a otras formas de pensamiento, de saber y de acción con los que, al querer paracerse, ha dejado de dialogar desde su originalidad. 

Aunque lo estoy diciendo muy rápido todo, la Teología se parece mucho más a las Matemáticas y la Lógica que a otros saberes. Porque parte de algo ya dado y recibido, y no de lo concreto. Y por eso necesita de otros saberes, evidentemente, como la filosofía, que cuestionen y obliguen a transformaciones en los paradigmas. Algo que se da, como es bien sabido por quienes realmente saben, en otras ciencias. Usando esta palabra en su sentido amplio y riguroso, y no como se conoce vulgarmente. Respecto de su objetividad y exigencia, que personalmente creo que no entendemos esas palabras ni las transmitimos como conviene en su amplitud dejándonos llevar por una comprensión superficial y general de los temas, vendrán dadas tanto por su pretensión y alcance como por la comunidad científica y su intercambio. Ahora bien, si los que hacen esa comunidad no tienen ningún interés en fortalecerla y llevarla a la verdad, y andan preocupados, de nuevo, más por sus métodos y por sus perspectivas, la asfixia será total. Y creo, sinceramente, que la Teología se ha dejado llevar por exigencias y requerimientos tan externos a sí misma que ha dejado de pensarse con hondura y radicalidad, como le correspondería. De ahí que su palabra sea en muchos casos inútil, porque dialoga en terrenos y territorios del saber que no son los suyos, sin tender auténticamente puentes, abandonando sus conexiones. Y lo digo no solo en relación a aspectos que tienen que ver con la Física, la Biología o la Psicología, con sus derivados, sino en general con todo, especialmente en el descuido de su propio método. 

Como estos días ha desembarcado, con excesiva fuerza e ímpetu, el profesor de Teología con quien pude conocer un poco mejor el método de Tillich, para algunos ya olvidado, reconozco en él este valor por encima de muchas otras aportaciones. Igual que lo valoro en los grandes teólogos del siglo XX, que para mí siguen siendo Rahner y Balthasar. Sus métodos eran propiamente teológicos, no derivados teológicos. Y sus pretensiones eran, por lo tanto, de gran alcance. Con todo, es su gran esfuerzo el que me permite seguir pensando sin quedarme encerrado en sus concreciones. Lo cual, mucho me temo, no ocurre normalmente hoy, donde los teólogos han abandonado el cultivo de este saber realmente en conexión con la comunidad de la que, precisamente y no sin ella, reciben el humus y la libertad suficiente para desarrollar su trabajo, precisamente para la misma comunidad en primer lugar y luego para toda la sociedad en su conjunto. 

A los que están pensando en una jerarquía clara y ordenada de saberes, les diría que primero es necesario pensar esto. Luego, si acaso, atreverse a poner orden en cierto modo. No al revés. Sabiendo que, cuando se hace eso, se elige un criterio que, como bien sabrá quien se haya dedicado a ello un par de horas serias, no es del todo aprendido y mucho menos creado artificialmente, sino que responde hondamente a lo humano mismo y es, de por sí entonces, una primera encarnación sublime de la verdad. Dada previamente y presente antes de toda conciencia de ella. Pero esto es otro cantar. 

Lo que me preocupa, porque me preocupa, es el lugar de la Teología y lo que se está haciendo con ella por parte de quienes más la desprecian y cómo sutilmente se ha ido desgajando de sí misma, de su objeto propio y sin reflexionar suficientemente en el método que le permita alcanzar aquello de lo que, en realidad, ya parte. Es decir, que el método es claramente el de la profundización y no tanto el de una expansión artificial e ingenua, que confunde más que ayuda. 



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