sábado, 23 de octubre de 2021

CRITÓN. Día 07. (Platón, 44c)

Me encuentro habitualmente con una situación parecida a la siguiente. Razón por la cual estoy interesado en una parte importante de la filosofía de Schelling y me he puesto con ella, al ritmo que puedo y da la vida. Cuando una persona comienza a dolerse, a notar el dolor de la responsabilidad de forma directa, casi sin mediaciones, respecto de lo que hay en el mundo, en el que efectivamente puede pasar de todo y en el que el conocimiento sirve para ampliar muchas veces las posibilidades del dolor y del sufrimiento y del sinsentido y de eso que llamamos mal, entonces siempre aparece alguien que le recuerda que, pase lo que pase por ahí, tiene la oportunidad de replegarse sobre sí mismo y dejar de mirar. Es decir, duplicar o multiplicar el egoísmo y la indiferencia. Por cierto, que sin darse cuenta de lo que está ocurriendo, sin sensibilidad, sin entendimiento y sin razón, no hay indiferencia. No nos engañemos. La indiferencia se da cuando, conociendo, se mira para otro lado. Que suele ser, en verdad, no "otro lado" de la realidad, sino retorcimiento en el egoísmo. De forma suave, quien conoce el dolor del mundo debe "cuidarse", "protegerse", insensibilizarse algo o más de la cuenta, quizá más que otros. Porque la propuesta suele ser esta y no otra: no sufras tanto, no lo tomes tan en serio, no te impliques de esa manera, etc. etc. etc. Y digo tres veces etc. para abundar en el mal, porque se me ocurren muchas más expresiones que se dirigen en la misma dirección. Por ejemplo, "no hagas nada" o "no se puede hacer nada" o "abandona y sal corriendo". 

Sócrates aquí está en otras. No sabemos si Critón se hace cargo de la situación de Sócrates, pero sí se da al revés. El que va a morir tiene ahora, y no antes, que hacerse cargo de lo que está diciendo Critón o mirar para otro lado y permanecer en su agradable tranquilidad, tal y como estaba antes de que despertara. E insiste en ello. Lo repito de otra forma. Sócrates le cuenta a Critón por qué vive lo que vive, pero este amigo lo que hace es, "al que ya ve como moribundo", volcarle además su propia muerte y chantaje. Y Sócrates, sin mirar hacia otro lado, le escucha, le entiende, le pregunta. 

Pero, ¿por qué damos tanta importancia, mi buen Critón, a la opinión de la mayoría? Pues los más capaces, de los que sí vale la pena preocuparse, considerarán que esto ha sucedido como en realidad suceda. 

ἀλλὰ τί ἡμῖν μακάριε Κρίτωνοὕτω τῆς τῶν πολλῶν δόξης μέλειοἱ γὰρ ἐπιεικέστατοιὧν μᾶλλον ἄξιον φροντίζεινἡγήσονται αὐτὰ οὕτω πεπρᾶχθαι ὥσπερ ἂν πραχθῇ.

Efectivamente, aunque hablamos mucho de los muchos, qué poco nos detenemos en "los más capaces", el más capaz (ἐπιεικής) que es también comunidad. Dicho en plural, en forma de grupo, sin tratar de uno y único en particular. ¿Por qué se ocultan "los más capaces" a nuestra mirada? ¿Se ocultan o son ocultados? ¿No se percibe su presencia porque no impactan? Imagino esto, como en tantas otras veces lo pensando, en lo diario y cotidiano que es para un profesor estar en el aula con un grupo de alumnos. ¿En quién se fijan habitualmente los profesores que hablan de sus clases? ¿Por qué? 

Sócrates ha entendido perfectamente lo que está diciendo Critón. Insisto, no mira para otro lado. Quiere que su amigo Critón se pregunte algo, algo fundamental. No cualquier cosa. Un tema crucial, esencial. Dos opciones, trazo duro y grueso, diferentes y bien claras: la opinión de la mayoría y la de los más capaces. Ambos están y están ahí delante, disponibles a la contemplación, a la consideración, a la escucha. Sócrates ha buscado, durante toda su vida y de aquí su final, dicho sea de paso, a los mejores, a los que se dicen más sabios, a los más reconocidos. Ha ido a buscarlos, a entablado conversación con ellos, ha dialogado, los ha examinado. Tiene un largo recorrido en esta dirección que no ha culminado, siquiera, ante el tribunal de Atenas que lo ha condenado a muerte en segunda votación. Y permanece, da igual dónde esté, en la cárcel haciendo lo mismo, ahora ya, con su amigo. Cree saber, ¿pero realmente sabe?

Los más capaces, los más adecuados, los más conformados, los más vivientes de la realidad, porque ellos se quedarán con las cosas como son, y no las tergiversarán, doblarán, llevarán a sus ascuas. Los más capaces son los que mejor aceptan la realidad tal y como es, asumiéndola, recibiéndola. No jugarán por tanto con ella. Un realismo que, evidentemente, hoy leemos de otro modo, no tan, tan claro. Pero mantenemos, sin embargo, un discurso especialmente condescendiente con la "objetividad" de las cosas, donde no entraré. Solo subrayo que aquí lo que se dice es esto. Que a los más capaces, que serán sin duda los más sabios, lo que les importa es la realidad y no tanto un sí mismos integrador e integrado, clarificador y totalizante. Por mucho que Sócrates haya procurado la ruptura de la realidad asumida por Critón, Critón no cede. 

Qué queda entonces. La pregunta. A qué se dirige la pregunta. A la atención. Dónde se la juega quien vive. En aquello que atiende, porque lo que se atiende es lo que se recibe y se hace propio. 

Lo dejo aquí. Con este párrafo la filosofía, la vida puede estar ocupada un buen rato. No se necesita mucho más. Si acaso, ¿qué nos ayuda a mirar en una dirección u otra? ¿Cómo atender a "los más capaces", es decir, qué sabiduría tenemos ya, previa, que lo permita, si es que hay alguna?



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