domingo, 26 de septiembre de 2021

ÉTICA A NICÓMACO. Libro I,9 (Día 15)

Tema general. Aristóteles usa la palabra "fin" y la recibimos con entera libertad y sin problema. Me pregunto si ocurriría lo mismo si dijera "muerte", es decir, lo que muchos consideran realmente el fin último, más allá del cual nada hay. ¿Se trata de llegar a este fin de una forma y no de otra? ¿Es esto lo que quiere decir Aristóteles? ¿Adelantar la muerte? ¿Vivirla antes de que llegue? Lo dejo ahí, para quien quiera pensarlo. Porque luego vendrán muchos que piensan así sin decir de dónde vienen sus palabras. ¿Será que la vida se planta y, al contarse, revela algo de sí misma que se nos pierde en el primer impacto? ¿Será que la vida indica algo más y por eso necesitamos dos palabras y no una?

El apartado de hoy trata sobre la felicidad, otra vez, y si, siendo esta lo mejor de lo mejor, es fruto de alguna actividad humana. Es decir, ¿se puede conseguir, es objetivable y se puede llegar a alcanzar? ¿O es algo que conocemos porque es un don de la divinidad regalado por algún motivo o sin él? Entraríamos directamente en un campo que -y hay que reconocerle a Aristóteles la libertad de este apunte- emparentaría la ética con muchas otras realidades. Lo cual, a mi modo de ver, cuando se pierde en su amplitud lo que sucede es una reducción que termina afectando de lleno a la idea misma de felicidad, al concepto y lo que se describe. 

De hecho, igual que reconozco el atrevimiento de la pregunta, me resulta ridícula la respuesta que da el mismo filósofo acto seguido, no queriendo seguir por donde el cuerpo le pide avanzar. Y hace lo que mundanamente termina siendo la opción acomodada: elimino la otra parte de la cuestión y me quedo con lo que "a mí mismo" corresponde, lo cual ya es perversión en el caso de que sea algo que no se pueda realizar por sí mismo. Y bastaría que Aristóteles hubiera observado un poco más los inicios de la vida para darse cuenta de que no es algo ajeno a la propia "naturaleza" (sea lo que sea lo que quiera decir al referirse a la condición humana) del ser humano en general y en particular. O hubiera sido suficiente con que se tomara en serio la radical insuficiencia de la humanidad respecto de sí misma, aunque se junte socialmente para imaginar que puede hacer algo de tanto calado. 

Otra cosa son las disyunciones y rupturas que se introducen fácilmente. O de los dioses, o del aprendizaje, la acción, el hábito, la vida virtuosa. Porque una y otra vez se hacen excluyentes, sin más justificación que la de "observar mejor" lo que es, de suyo y radicalmente, inobservable. Pero habiendo descartado "lo inobservable mayor" pareciera a alguno que lo "inobservable pequeño" se haría más evidente, en una especie de competición de invisibilidad en un mismo plano haciendo de unas asumibles para la razón y otras no, en un intento de separación y emancipación que se parece más a las rabietas del niño pequeño que quiere vivir por sí mismo y todos saben que es incapaz, realmente incapaz, de algo así. Por no hablar de lo doloroso. Y es que el niño pequeño no sabe, ignora la complejidad de todo. Como Aristóteles hace aquí. ¡Perdón, compañero!

Por si fuera poco, anota: 

La respuesta a nuestra búsqueda también es evidente por nuestra definición: pues hemos dicho que (la felicidad) es una cierta actividad del alma de acuerdo con la virtud. De los demás bienes, unos son...

O sea, que Aristóteles dice sin más que es una actividad del alma sin preguntar por el alma misma, quedándose con ella como dato inmediato sin fundamento, ni origen, sin descender a por qué está ahí donde dice que está y por qué tiende a donde dice, también sin justificar y por adelantado, que es virtud su perfección y destino. ¿En serio? ¿No tiene nada más que decir y queda oscurecido todo esto? ¿No es ingenuamente precipitado lanzar el alma fuera de sí sin conocerse a sí misma, aunque sea para descubrirse a desalentadamente profunda, con una hondura sin igual en su subjetividad? ¿No habría que empezar por aquí, amigo? Pues no. De esto no quiere decir nada. ¡Detente un poco! ¡Deja que alguien te pregunte algo!

Claro que nos situamos entre "instrumentos" (qué mala fortuna va a tener esta palabra), pero la vida no lo es. Y que haga prueba todo el que quiera. Conocerá entonces lo que es resistencia. ¿De qué o de quién viene esta imposibilidad? En serio, ¿quién resiste así en la vida?

En algo hay que reconocerle a Aristóteles una intuición que, con todo, también hoy quiere oscurecerse. Sea lo que sea la persona, su horizonte no es el horizonte de la naturaleza. A veces lo dice, lo deja caer. Sobre todo por discernimiento, por disección, por separación de unas realidades y otras apurando en lo que se puede el sentido común, lo más evidente de lo evidente. Y es que la conexión con lo real, con lo ajeno se hace siempre en la vida a través de la razón. Y solo la razón que se conoce a sí misma, libre y decididamente, atisba que en ella hay algo que no se ha dado. Mejor dicho, que hay una infinidad de dones previos dados (y aceptados, aunque no siempre ejercidos) en la misma razón, si es esta la forma humana del alma, si es el alma la forma humana de la vida (humana). 





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