sábado, 25 de septiembre de 2021

ÉTICA A NICÓMACO. Libro I,8 (Día 14)

Aristóteles quiere dar una definición completa de felicidad, cerrada y clara, para lo cual se propone partir de la realidad misma. Y establecerla como destino y fin último de la persona, como aquello que toda persona busca cuando toda persona hace algo, lo que sea, y así convencerle de cuál dirección debe tomar en su vida para que su existencia tenga sentido. ¿Y si no fuera esta palabra la más apropiada para entablar esa conversación con la realidad? ¿Y si hoy ya no comprendiéramos lo mismo que entonces?

Con todas sus divisiones, en la realidad y en el alma, y las ligazones que hay entre unas y otras, lo que Aristóteles alcanza es una fragmentación de lo real que acto seguido pide estructuración y jerarquía. Cosas, conocimiento y acción. Cosas en tanto que cosas, que realidades que están ahí, que son descubiertas siendo. Conocimiento como ese descubrir, ese acceder. Y acción en relación a las posibilidades de lo real y del ser, del existir y existirse. Esto último es muy potente en tanto que se contempla lo que no hay, de alguna manera, en atención a la esencia misma de la realidad, que aparece, no callada, sino dialogante. 

Para el filósofo, y lo aclara, la felicidad es por tanto una acción, una virtud, un modo de vivir ajustado y adecuado. Pero no solo una acción de la persona en línea con la virtud, sino algo más curioso. 

Nuestro razonamiento está de acuerdo con los que dicen que la felicidad es la virtud o alguna clase de virtud, pues la actividad conforma a la virtud es una actividad propia de ella. Pero quizás hay no pequeña diferencia en poner el bien supremo en posesión o en un uso, en un modo de ser o en una actividad. 

Si se lee bien, Aristóteles dice que la acción no es solo de la persona misma, sino que la virtud también actúa. Y que hay que saber diferenciar el "modo de ser", en tanto que estable y quieto, con "la acción", que es dinámica y provocadora de algo más que ella. En el modo de ser habría reiteración, repetición, no cambio. Mientras que en la acción, según parece de las palabras tal y como las dice, tiene lugar algo distinto de la acción misma, algo distinto de la historia, y sería por tanto una ruptura, una posible novedad en ella, con algo diferente a lo que hay. No sería conservación sino provocación. Aunque haya acciones, dicho sea de paso, que a mi modo de ver, más me parecen que al obrar suponen una repetición extraordinariamente sana y de continuidad, de mantenimiento y de resistencia a todo que, de nuevo a mi entender, son absolutamente virtuosas, quizá porque realizan lo inesperado, lo extraño en la cadena de conexiones y causalidades del mundo comportando un manifestarse la vida con superioridad respecto a la esclavitud y condena del ser del mundo, de lo fáctico, de lo sistemático, de sus leyes implacables. 

Con todo, el maestro lo que pide es que contemplemos, al modo platónico, que la acción humana puede verse lanzada tan directamente sobre el bien que el bien mismo comience a brillar. A eso le llama "felicidad", en tanto que manifestación concreta, probablemente, de algo mucho mayor y de una extraña plenitud que no parece que sea lo habitual contemplar en la historia y la acción humana. Es una acción, en tanto que se pueda decir feliz, que no se agota en sí misma y queda desbordada. Entiendo que, al menos, para quien la vive. Quizá, y no será nunca lo relevante, para quien la ve, la escucha, la percibe, la recibe como algo ajeno. 

Luego añade a todo el elenco de "matices y modos" de la virtud, que es el bien y la felicidad, la rectitud. El vivir rectamente. Es un "tópico" común, que sin duda habla más de la situación de pobreza del ser humano y sus enredos que de la realidad misma, a la que no cabe atribuir semejante cualidad. 

Así también en la vida los que actúan rectamente alcanzan las cosas buenas y hermosas, y la vida de estos es por sí misma agradable. 

Aquí apunto en otra dirección. Porque cuando dice "en la vida", lo que realmente se podría leer es que la rectitud propia de la persona sería vivirse allí donde lo esencial y lo fundamental y donde tiene su lugar, que no es el mundo por mucho que se repita, sino en la vida misma. Situado en la vida misma la persona puede obrar con rectitud. Todo lo demás, fuera de la vida, es dislate, disparate, dislocación. Con esto, un poco más allá, confundimos permanentemente el término vida con el río del tiempo y cosas así, acompañados tantas veces de metáforas inciertas que luego terminan en comprensiones inasumibles de la realidad. Con todo, la rectitud, reitero, sería vivirse en la vida propiamente. 

Y luego, sobre los placeres. De los que, abierto el melón, seremos incapaces de deshacernos y convertirlos en algo irrelevante para la cuestión ética. Siempre vendrá alguien a preguntar por ellos, sin saber siquiera qué son. Porque realmente quiere preguntar por otra cosa. Más parecida al "otro mundo" que a este cierto que tenemos delante, con el que cuesta "bregar". En el fondo, el placer se apoya en algo incierto, que no se puede repetir, pero que se propone como algo seguro por inmediato, de tal forma que cautiva (la palabra es "cautiva") la inteligencia de quien está ahogado y no sabe por dónde tirar. Ante la duda, lo placentero. Refranes hay muchos. 

Entiendo que el mundo de Aristóteles no es este en el que yo escribo. Que la resistencia del mundo era mucho mayor, más impenetrable, menos dominable. Pero se mantiene lo mismo. Da igual. Aunque se gane suficiente terreno, da lo mismo. Quienes llegan se las ven en algo muy semejante. Y triunfa. Y se quiere realizar un "mundo feliz" cuando felicidad y mundo no tengan nada que ver. 

Y dispuestos a soñar, entonces se concluye normalmente algo así como lo que dice Aristóteles. 

La felicidad, por consiguiente, es lo mejor, lo más hermoso y lo más agradable, y estas cosas no están separadas como en la inscripción de Delos: "Lo más hermoso es lo más justo; lo mejor, la salud; pero lo más agradable es lograr lo que uno ama."

A lo cual le diría al maestro que no. Que sí están separadas. Que sí están realmente separadas. Y que decir lo contrario, por fácil que sea, es confundirse. Pero bueno. Situar la felicidad "en el marco de lo  concreto", como algo más del mundo de las cosas y de las personas sin distinción alguna, es lo que tiene. ¿Y si la felicidad fuera lo más desconocido, como bien parece que sucede porque todos la buscan y nadie dice tenerla? ¿Y si?

Las carencias. Cuánto ayudan las carencias. Cuánto ayudaría describir qué es una carencia y de qué, y qué clases se viven porque se viven, y cómo se conoce la carencia como carencia y lo carente como carente. 



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