Cobra forma de narración única. Protágoras no interviene. Se trabaja sobre lo que, al parecer, les parece a los muchos sin que ninguno de ellos hable y todo se trate de un análisis con perspectiva socrática.
El punto de partida es que las personas dicen ser sabias, pero no hacer lo que saben, sino que, llegado el momento de la acción, según parece se apoderan de ellas las pasiones y no realizan lo que han querido en un primer momento y pasan a la acción con otras motivaciones o causas.
La distinción daría mucho que hablar y que estudiar. En la primera, algo exterior a la persona hace una acción deseable y otras no. El objeto exterior manda. En la segunda, de alguna forma algo presente silenciosamente, no descubierto por la razón, tiene más fuerza que la razón misma y es la causa de lo que hace, sin ser racional. Todo lo cual es más que común, porque los muchos hablan así, exculpándose, culpando a fuerzas extrañas y ajenas a la persona. La pregunta que se mantiene es por qué las personas hacen lo que hacen, por qué obran así.
Hay partes que están oscuras, incluso cuando se intentan describir o se da pie a poner palabras en todo esto. Dicha una cosa queda un abanico enorme por describir. Pero parece que está asumido históricamente en una larga tradición el análisis que distinguir, entre las motivaciones reales, una enorme quiebra de la claridad y racionalidad a favor de lo que aquí se nombra como placer deseable y como dolor indeseable.
Sigue Sócrates, porque Protágoras calla y meramente concede, y se revuelve irónicamente. ¡Enseñemos! ¡Seamos maestros de todo esto para los demás y digamos la verdad sobre lo que malinterpreta esa famosa sentencia según la cual "somos dominados por los placeres" y no hacemos, por ello, lo mejor!
¿Hay algo que atrae a la persona tanto en el mundo como para que sea, por vía distinta al conocimiento, porque parece que va al margen según se dice, con tal fuerza como para someter su razón? ¿Qué ocurre?
Cuando la gente oiga que dos sabios se oponen a este modo de pensar, les pedirán explicaciones. Y deberán seguir argumentando por tanto. ¿No es acaso evidente todo este discurso en torno a las pasiones contra la razón, lo bajo frente a lo alto? ¿No es un dualismo hondamente comprendido y que permite sistemáticamente abordar todo tipo de dilemas? Aunque se critique el dualismo, ¿no es absolutamente cierta la distancia de uno consigo mismo, la superioridad de la realidad, que es más que maestra? ¿Escucharán atentos los muchos a estos dos sabios en concordia con disponibilidad y docilidad, pese a que no son capaces ni de comprenderse a sí mismos? ¿No es esto otra vivencia más, en la que recibirán con el criterio que domina su vida, tal y como ellos la explican, que es o el placer o el dolor? ¡Qué problemas!
Protágoras quiere aportar algo, para no ser menos. ¿Por dónde puede salir? Pues quejándose de todos esos ineptos e ignorantes, de los que cree estar separado sin darse cuenta de que, con lo que va a decir, muestra cualquier cosa menos racionalidad y no pocas pasiones.
¿Qué Sócrates? ¿Tenemos que analizar la opinión del vulgo, la de quienes dicen lo que se les ocurre?
Y lo cierto es que sí. Y a ser posible sin tanto desprecio, Protágoras. Porque se trata precisamente de una cuestión esencial la de salir de ese modo de proceder y entender las cosas. Y sí, hay que dialogar. Y sí, hay que esforzarse en ser claro con todo esto.
Sócrates defiende que lo que está haciendo, aunque no se dé cuenta de lo que ocurre, es mostrar la relación olvidada por Protágoras de lo dicho sobre la virtud y las cinco virtudes o partes de la virtud o pequeñas virtudes. Aquellas en las que Protágoras rechazaba la prioridad de la razón y la ciencia, y le daba una importancia fundamental y clave al valor. Pero si Protágoras no quiere seguir, lo dejamos. No hay más vueltas que dar.
A lo que rápidamente responde: Sigamos.
Pues sigamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario