sábado, 31 de julio de 2021

PROTÁGORAS. Día 80. (Platon, 348c - 348d)

Es francamente complicado hacer una definición de filosofía fuera de la acción, al menos como yo la entiendo y en lo que me ha interesado. Tiene su historia larga que se remonta precisamente hasta aquí, hasta este punto, que no es más que poner sobre la mesa el tema principal de la sabiduría y qué es ser sabio y si se puede alcanzar ese nombre, o conviene simplemente mantenerse en búsqueda, en tensión, en trato continuo y en amistad, amor, apasionamiento o entusiasmo respecto de ella. 

Cuando se dice que toda persona tiene su filosofía de vida o del campo que sea, entendiendo lo que se quiere decir y siendo del todo cierto que cada persona vive del alimento con que nutre su pensamiento y alma, hay un paso más que dar. Precisamente por haber descubierto eso, que tenemos una visión de la realidad incorporada que no son meros espejismos, fábulas y ensoñaciones, sino que son cruciales día a día y momento a momento. El simple momento en el que se toma conciencia de la precariedad en la que estamos respecto de la realidad, y las no pocas confusiones y enredos de los que participamos como si tal cosa, exige un paso más. Creo que este salto, siendo personal, no siempre se puede dar solo o, mejor dicho, nunca es solitario. Basta con ver algo tan bello como el modo como las personas confían unas en otras con vínculos, cadenas sólidas que los enlazan. 

Sócrates toma la palabra y se dirige a Protágoras, como haciéndole volver la mirada hacia el lugar en el que comenzaron y dejando a un lado otras referencias. 

"Protágoras, no creas que yo dialogo contigo con otra intención que la de examinar estas cosas de las que yo no conozco solución. Pues creo que acertaba Homero al decir lo de: Marchando los dos juntos, el uno alcanza a ver antes que el otro."

Dulce complicidad. O nueva ironía. O una forma nueva de reiterar lo que siempre ha dicho: que es ignorante, porque de las cosas que trata no puede sino ser ignorante, él y cualquier otro, hasta que alguien le demuestre lo contrario y él lo compruebe, lo examine, lo comprenda de otra forma. Carácter rudo o sintonía con Protágoras al verlo en una situación vital que él es capaz de reconocer sin mediar más palabra que la del silencio. Y queda la duda de si está jugando adulándolo para que entre de nuevo al trapo y al juego, o si está apoyando desde fuera -siempre desde fuera- el trabajo que Protágoras está en situación de hacer, por fin, consigo en su propia alma, ahí dentro, sin espectador alguno capaz de adentrarse tan hondo. 

En cualquier caso, pone de relieve algo interesante que, por mi parte, también vivo de esa manera. Que la filosofía, pese a su soledad, no es tan solitaria como se piensa, como personal, muy personal, extraordinariamente personal. Claro, como aquí estamos en el punto "fundante" de una filosofía consciente de sí misma, es decir, como filosofía, no hay error alguno, pese al subrayado de no hacer demasiado caso a otros, como a los poetas. Por cierto, que para remarcar la duda, Platón hace que Sócrates cite a Homero. Pero la filosofía es esa vuelta sobre lo personal, lo más personal. Y el modo de llamar a esto ha sido "alma" en la persona. La vuelta del alma sobre sí. Si es que se puede hablar así. No para enraizarse precisamente la persona en sí misma, sino en su alma, en su vida. 

La compañía es fundamental. Está claro. Hay una habilidad en el diálogo que no sale en ningún otro lugar. La lectura es, para nosotros, una posibilidad para ello. Cuando estamos implicados en la lectura. No cuando se hace por ocio, por entretenimiento, por distracción, sino en búsqueda. Ahí hay una fuente extraordinaria que otro tiempo no pudo conocer. Con el peligro de eso, de reducirla a aprender lo que otros han dicho sin más con enorme memoria y ser capaces de citarlos. Es decir, sin que haya persona entera implicada frente a la radicalidad de los problemas que plantea el querer saber, el necesitar saber de qué va todo esto a lo que nadie me ha preguntado si quiero vivir y donde estoy clavado. Esto es la razón. Por eso la filosofía. 

Muchos han visto antes, claro. No solo uno respecto de otro. Sino una gran multitud ya, antes de vérmelas yo aquí. Millones de personas habrán leído y dialogado con intensidad con Platón, infinitamente mejor que yo, por supuestísimo. Eso me provoca, claramente. Pero también todas las personas que han vivido y sufrido, hasta el final. Ellas también han sabido, saben. Necesitaría escucharlos. 

Lo he dicho muy mal. Esto último. Tendré que revisarlo. 

Vuelvo. Otros han visto ya. Lo han dejado escrito, con sus palabras. Eso me interesa. Han buscado, han encontrado algo. Lo han dejado ahí para el diálogo. 

¿Y hoy? Se mantiene vivo el diálogo en otros espacios filosóficos. De algún modo, diría, todos buscan esos encuentros si aman la filosofía, porque no se puede abandonar, porque se sabe que lo de hoy no vale tanto que mañana no tenga que ser vuelvo a ver y hay una constante marcha sobre lo eterno. Ante la crisis de la universidad actual, que no conozco de primera mano pero sospecho por conversaciones, amigos, publicaciones y foros, este asunto es muy importante. De la universidad nadie debería salir una vez terminados cuatro, cinco, ocho años. Eso es lamentable que se viva así tantas veces. Pero bueno.

No pienso que Sócrates esté aquí comportándose indignamente con Protágoras, como el de antes. Insistiría filosóficamente en este asunto, aunque no sepa explicarlo bien, ni siquiera mejor. Lo que vislumbro a duras penas es la situación protagórica, el momento, el valor de su silencio y el llamamiento de Sócrates a volver a la seriedad de lo que está ocurriendo. Con ironía, claro. No hay en sus formas otra forma mejor para hacerlo. 

La compañía, el diálogo, el intercambio es imprescindible. Quienes hablamos de esto lo sabemos, en clase y fuera de ella. Y particularmente callo en muchos ámbitos en los que participo, sin azuzar más, como me gustaría. No veo momento como este. Aunque a veces se da este milagro, en el que la roca queda erosionada, la arenilla luce como polvo de lo que somos y de lo más que polvo que somos y sabemos que somos. La cercanía del otro es imprescindible. Despierta la pregunta fundamental que no podemos simplemente descubrir por lo que vivimos por nosotros mismos y de lo que somos conscientes porque lo vivimos y pensamos en ello. La pregunta del amigo, que está en otras cosas, y no digamos de los que nos adelantan, claramente, en tantas cuestiones, despierta. Siento la redundancia en la expresión. Se podría decir que pone delante lo que está, también. Que centra la atención. Una palabra fundamental da para toda una vida en muchos casos. Despeja, por continuar con la metáfora de letargo, aunque se parezca igualmente a una cierta oscuridad sobrevenida, a una borrosa miopía.

¿Qué es lo que ocurre cuando la verdad es tan importante y sin embargo podemos darle la espalda?




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