sábado, 6 de marzo de 2021

Leyendo "Eutifrón" de Platón (4)

¿Sobre qué asuntos produce la disputa
enemistad e irritación

(Platón, Eutifrón, 7b)

Esta es, para mí, una de las cuestiones secundarias fundamentales de este pequeño diálogo entre el desconocido y acusador Eutifrón, que se presenta como adivino, y el Sócrates reconocido y acusado, cuyas preguntas actúan como relámpagos en la noche de quien cree que sabe sin saber que no sabe e intenta defender opiniones alargando respuestas o mareando discursos con tal de no apearse de la tozudez. 

Vamos al lío. Estaba Eutifrón feliz de su acción y de lo mucho que sabe de los dioses griegos. Pone al mismo Zeus como referente y su acción (acusar a su padre) como reflejo del dios del rayo, en paralelo prácticamente: 

"Los mismos hombres creen firmemente que Zeus es el mejor y más justo de los dioses reconocen que encadenó a su propio padre, y que éste, a su vez, mutiló al suyo por causas semejantes. En cambio, esos mismos se irritan contra mí porque acuso a mi padre, que ha cometido injusticia, y de este modo se contradicen a sí mismos respecto a los dioses y respecto a mí."

Su lógica funciona perfectamente con otros. Es capaz de encontrar la contradicción y, por tanto, la inconsistencia de la verdad que defienden, que hará aguas por algún lado.

Hablar de irritación y contradicción, de nuevo, quedan unidas y hay que comprenderlas de aquí hasta el final en forma de injusticia. Existen enfrentamientos, colisiones, choques, impactos de diferente orden. No hay tiempo de analizarlos todos. Apuntar simplemente que ciertos roces entre argumentos derivan en comprender con claridad que hay argumentos vacíos, desprovistos de dirección y sentido, de contenido o novedad, y que solo se explican cuando se refieren a sí mismos. 

Sócrates engancha a Eutifrón. Lo primero, que se muestre en su grado de convicción sobre su propio saber: ¿Crees que de verdad los dioses tienen guerras unos contra otros...? Y Eutifrón se refleja: "Yo te puedo exponer detalladamente otras muchas cosas sobre los dioses de las que estoy seguro de te asombrarás al oírlas." 

Atención a la respuesta desacomplejada de Sócrates, porque aquí comienza el repliegue para ni perderse, ni seguir adelante, y percibir la grandeza de su filosofía al estilo que después se alabará siglos y siglos después. El corazón, probablemente, de su método y forma: 

"No me asombraré... Ahora intenta decirme muy claramente lo que te pregunté antes." 

Detengamos el avance. Por así decir, no hablemos más y más, añadiendo ladrillos al edificio sin comprobar que tiene cimientos, que está apoyado, que se han usado las palabras adecuadas, que se comprende lo que esas palabras dicen. Definir, definir y definir. Poner coto, cercar, agarrarse. Así que, el atento discípulo preguntón vuelve a lo mismo: ¿Qué es en realidad lo pío? Es decir, qué es lo que comparten las muchas cosas de las que se llaman pías. Insiste el alumno en aclarar su pregunta: "No me pongas un par de ejemplos, ni muchos más, sino el carácter propio por el que todas las cosas pías son pías. ¿Qué hace que las cosas pías lo sean para que luego se puedan conocer como tales?"

Ahora, escuetamente, Eutifrón responde: "Pío es lo que agrada a los dioses, y lo que no les agrada es impío." En cada paso, nuevas cuestiones. Parece que acotar el tema no es tan fácil. Lo pío, la piedad en sí es lo agradable a los dioses; lo contrario será lo contrario. Por eso Sócrates sigue el examen, para que explique, para que saque de lo dicho lo que hay de verdad y concluya si es verdad o no Eutifrón mismo, con la ayuda inestimable del discípulo preguntón. 

Sócrates invierte la cuestión y distingue algo a tener en cuenta: actos y personas agradables para los dioses son píos; actos y personas odiosas para los dioses son impíos.  Y entre ellos son opuestos, tan diferentes que, si lo fuera, no se podría confundir uno al decir una cosa de los primeros y otra de los segundos. ¿Son palabras acertadas? Eutifrón considera que sí. 

Un paso más. En la teología mitológica griega, los dioses disputan y están enfrentados. ¿Sobre qué? ¡Fundamental! Esta es la pregunta de hoy. ¿Se puede discutir sobre aquello que es calculable y medible, es decir, sobre aquello que tiene un criterio establecido para el juicio de las realidades independiente de las realidades? Parece que no. Sin embargo, la diferenciación que Sócrates ha hecho revela que hay un orden de realidades, un mundo sobre el que la medida no es posible al modo como en el cálculo o entre lo mayor y menor. Lo matemático opera en un mundo de realidades que no agota la realidad y su límite sitúa a quien está examinando esta cuestión más allá de todo ello. 

Sócrates lo dice así: 

"¿Al disputar sobre qué asunto y al no poder llegar a qué decisión [la edición Gredos que manejo tiene una errata], seríamos nosotros enemigos y nos irritaríamos uno con otro? Quizá no lo ves de momento, pero, al nombrarlo yo, piensa si esos asuntos son lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo. ¿Acaso no son estos los puntos sobre los que si disputáramos y no pudiéramos llegar a una decisión adecuada, nos haríamos enemigos, si llegábamos a ello, tú y yo y todos los demás hombres?"

Aquí hay un salto importante, que se da sin justificar. No es lo mismo no llegar a acuerdo sobre un tema con carácter objetivante que ser enemigos en lo que no acepta tal tratamiento. Una cosa es no llegar a acuerdo y otra enemistarse. Pero aquí se sitúan simétricamente el conocimiento de algo y la reacción ética ante la alteridad de un juicio diferente al mío en el terreno de las no certezas medibles al modo como se suma o se resta. 

Pobre ética, en el fondo, que aplicada a los dioses hace saltar por lo alto su diversidad. Los dioses no discuten por "el mundo" de realidades, sino por el otro orden de realidades diferente al mundo que son lo justo, lo bello, lo bueno. De la opinión tomada como algo más que opinión vendría el enfrentamiento. Y Eutifrón le da la razón a Sócrates quitándosela a sí mismo. 

¿Por dónde continuar si este camino se ha desvanecido? Por algo muy actual y eje vertebrador de la posmodernidad, que en palabras tan antiguas puede resultar ridículo: ¿Hay algo de realidad en lo justo, lo bello, lo bueno o todo es mera opinión, ya que no puede ser "reglado"? En sus palabras: "¿las cosas que cada uno de ellos [podríamos incluir también a la humanidad en esto, aunque no sería lo mismo; cuidado con la lectura reducida y antropologizante] considera buenas y justas son las que ellos aman, y que odian, las contrarias?" O sea, que de común acuerdo, Eutifrón y Sócrates han llegado a la conclusión de que los dioses están en desacuerdo respecto de estas cosas y, por lo tanto, forman partidos y están enfrentados defendiendo cada uno su opinión. ¿Sin plantearse siquiera si existe una racionalidad superior? Parece que no. 

Dicho lo cual, el problema está claro. Cada uno defiende su opinión y de ahí, ahora sí, el enfrentamiento. No de la opinión, sino de la confusión entre su opinión y la verdad. De modo que, directamente las mismas cosas son hechas por los dioses, a tenor de su diversidad, en pías e impías. Y decimos de una misma realidad cosas contrarias. 

En el mundo actual, siglo XXI, hemos vuelto a los problemas del politeísmo vista la realidad desde la sociedad en su conjunto. Aunque no estemos en un ámbito igual y que Occidente haya crecido al abrigo del monoteísmo cristiano, lo cierto es que hoy vivimos esta misma pregunta sobre lo que es pío o no. Difícil de conjugar en lo teórico, quizá no tanto en lo práctico. 
 



1 comentario:

  1. Muy buena reflexión. Lo pío y su esencia merecen hoy una mirada renovada. ¡Qué importante y desatendida cuestión! Un tema siempre actual. Bravo, José Fernando.

    ResponderEliminar