martes, 12 de enero de 2021

Las perezas múltiples

El mes de enero se presenta socialmente cuesta arriba. El panorama que se dibuja es desalentador. Resulta evidente que retomar las actividades no es tan sencillo como levantarse un día. Se constata nuestra tendencia a la rutina y la importancia, no pequeña, de los hábitos, estructuras y costumbres. Por si fuera poco, al menos tal y como yo lo percibo, la pereza tiene demasiada carta de entrada y justificación en un ambiente de ociosidad y carencia de ideales y metas claros. 

Ya he manifestado, de muchas maneras, cómo la pereza destruye la vida de muchas personas jóvenes y no tan jóvenes. No hablo de la necesidad de descanso, tampoco elogio el trabajo esclavizante y extenuante. Para comprender bien el asunto, me parece que hay que situarlo en su lugar; aquel en el que la conciencia de la persona dice (ordena) qué hay que hacer, pero la persona carece de fuerza y compromiso suficiente como para afrontar la aventura, el requerimiento, el sacrificio o la actividad más ordinaria y común. 

Los maestros espirituales clásicos la contraponen a la diligencia. Esto es, la determinación para dirigir y gobernar la propia vida, con mayoría de edad, sabiendo ya de qué va esto de existir y alcanzando las metas de su propia humanidad. Por supuesto, el contexto ha cambiado de tal modo, que la persona al mirarse a sí misma ha perdido de referencia que, en lo que ella misma es, hay entregada ya una misión, una tarea y una llamada. Nuestro universo contrario a la modernidad, posmoderno y líquido, ya no escuchan nada al mirarse a uno mismo, al contemplar la humanidad o conocer el mundo. Todo queda en que -y qué mal lo hemos comprendido todo- cada uno se haga a sí mismo, sin conocerse, sin esencia por ningún lugar, sin absoluto. 

El gustirrinín y el placer no pueden ser la medida de la historia de la humanidad. Ni que decir tiene que el propio beneficio es deficiente por los cuatro costados. O hay sentido, o no lo hay. Y hemos abandonado el terreno fuerte y fértil en el que la persona, con su densidad, era viviente atrapado y paradójico en la tensión propia de lo finito y lo infinito. Dejado el horizonte, la pereza entra por doquier a cultivar la carencia de sentido, la falta de realidad, la exageración de algunas entregas y esfuerzos. 

Volvamos a la pereza, que no ataca sin sentido y suele dar en lo importante dejando a su paso a la persona a merced de lo trivial e insignificante. No hay pereza por todos lados, sino múltiples perezas que impiden ir más allá, no queriendo para sí el sufrimiento pequeño por mucho que se prometa esperanzadamente una realidad de contenido más elevado. 

Poco a poco, entre lo que atrapa para conseguir acallar un tanto las voces discordantes del vacío, y lo que va separando y mostrando cada vez más lejano respecto de las posibilidades y caminos que se podrían haber emprendido, la persona va desfigurando su propio rostro, vocación y misión. Quizá todo comience, como dice el maestro, del lado siempre del miedo a lo terrible, del rechazo de lo desconocido, de la incredulidad inconfesada y del rechazo expreso a lo invisible prometido. Y, una vez más, pérdida de raíces, desarraigo de la humanidad y de lo Absoluto, pregunta por el sentido retorcida hacia el sinsentido.

Como quien tiene que hacer rehabilitación, serán necesarias muletas rígidas en las que ser capaz de apoyarse. No nuevas piernas, las de siempre. Y, en este proceso, efectivamente habrá dolor, trabajos sin fruto evidente, reconstrucción lenta, momentos de bajón y prueba. 

Detrás de las perezas que azotan, y da igual cuántos años se tenga o cual sea la profesión y pasión que la prendió una vocación porque nunca se estará a salvo en ninguna rutina y hábito, está la pregunta por uno mismo, por la responsabilidad que tiene con el otro, empezando por le más cercano, y la humanidad entera, incluso el destino de miles de personas, si no millones. 

LECTURAS
  • ECKHART, El fruto de la nada, ALIANZA 2008. Al final de este volumen se pueden encontrar una serie de proverbios y leyendas atribuidos al maestro. Dice el editor que se incluyen, sin autoría suficientemente contrastada, para reflejar el ambiente de la época y el impacto de su predicación en alemán. Uno de estos párrafos dice así: "El Maestro Eckhart pregunta por qué la gente es tan perezosa en buscar seriamente a Dios. Sobre esto dice: cuando alguien busca y no tiene ninguna señal de que la cosa que busca está allí, entonces busca con pereza y pena. Pero cuando encuentra alguna señal de la cosa que busca, entonces busca con alegría, cuidado y seriedad. Lo mismo debe ser con toda la gente que busca a Dios: si no encuentra dulzura divina, se vuelven perezosos, pero si sucediera que alguien probara su dulzura, entonces buscaría a Dios con alegría." Es insuficiente, de todas todas esta explicación, pero en lo que dice, aún hoy, hay una verdad. (Tengo más citas sobre la pereza, que comencé a recogerlas para un libro. Pero me pareció un trabajo artificial. El día que escriba algo sobre ella será desde la libertad.)
  • HUSSERL, Edmund, Discusión crítica con la ética hedonista, TROTTA. Es un capítulo de la Introducción a la ética publicada el año pasado. En una línea muy cercana a Las obras del amor de Kierkegaard, traídas directamente de la tradición de san Agustín y las lecturas hechas de la diferenciación entre el amor al otro y el amor propio, que vacían en definitiva de contenido real de amor al segundo respecto del primero. Lo de amarse a sí mismo cae tan precipitadamente en el egoísmo cuando no tiene el horizonte del prójimo que tiene claras raíces nihilistas. 
  • DESCARTES, Meditaciones, GREDOS. Vuelvo sobre ellas, otra vez. Cosas del querer y de las tareas de cada día. Se me olvida ya cómo puede ser una primera lectura. Sé cuándo fue la mía, pero no recuerdo ya cómo fue, ni qué supuso en verdad. Sé que recurría a otras lecturas por mayor comodidad. Los que las explicaban sacaban de allí cosas que yo no veía, ni reconocía, ni intuía. Pero hecho el subrayado, una vez que señalan en qué detenerse, cómo mirar y qué son estas palabras que se usan, aquello cobraba otra dimensión. Es lo que me pasa a mí. Os prometo que soy incapaz de leer Descartes igual que antes, una vez leía La esencia de la manifestación de Henry. Recuerdo el día que se destrozó mi lectura anterior, en la sala de espera de espera del hospital abarrotado, con una hora o más por delante para recoger la siguiente cita. 
NOTAS
  • La educación de pasillo. Daría para un post, pero señalo solo la intuición. La escuela que hemos conocido, la de antes de marzo, era habitada de muchas maneras, pero su corazón era el aula. Allí ocurrían, según parece, las grandes cosas. Al menos del lado del profesor. Sin embargo, los pasillos quedan como tránsitos, lugares no habitados prácticamente, no-lugares, espacios marginales para la vida educativa colegial. Esfuerzos hay por colonizarlos, pero son jungla que asaltan en intercambios hordas de alumnos naturales, cuyo hábitat más propio es más bien este y no el pupitre demoledor de sueños y controlador de hormonas. De nuevo, la tecnología nos ofrece un cierto contacto con el alumno, pero sin pasillos. Y, para ser un buen profesor, el pasillo es fundamental. Es la antesala del encuentro, el lugar de la espontaneidad y la gratuidad, el ámbito de las miradas. 
  • Tengo que hacer una recensión de la Historia económica de la felicidad. Y, por cierto, no he terminado las recensiones del Proyecto Centauro de Marina. Me acuerdo ahora. 
  • Recibo cerca de cien correos diarios sobre una misma cuestión, para la que tengo una única respuesta. Copio y pego, sigo adelante. En ocasiones me gustaría decir algo más y entrar en diálogo, aprovechando el primer contacto. Pero no hay tiempo. 
  • Tenemos todo el tiempo del mundo. Es democrático. El tiempo, no las condiciones del tiempo, ni las obligaciones con la vida. El tiempo y la vida no son lo mismo. No vayamos a confundirnos tontamente. 
  • He conseguido terminar mi primer día de escuela sin todas las tareas pendientes para el siguiente terminadas. Retomamos bien el curso. 
  • Queda igualmente pospuesto mi comentario sobre ironía y sarcasmo. Anticipo que la ironía se hace pensando en el otro, mientras que el sarcasmo es por orgullo personal que pisotea, destroza y ridiculiza. En algún momento habrá que ponerse serios y demostrar con claridad que el único ridículo es el socarrón malintencionado, que los demás lo único que hacen es sufrirlo. 
  • Hoy no he podido leer nada digital. Qué le vamos a hacer. Reconozco que me gusta escribir, los dedos van ágiles y sueltos. Da más o menos igual el momento del día, si estoy pensando en algo. 
  • He puesto en mi silla de escritorio, en la silla en la que trabajo, el talit katán. Ya os lo enseñaré. 

Es de archivo, de por ahí. Ahora mismo tengo más pelo, por lo cual se nota más la calva, y más barba. De ojeras ando ahí ahí. La imagen está recortada, pero en la original estoy junto a Platón y no a la inversa. 



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