Protágoras continúa su narración mitológica. Epimeteo y Prometeo están encargados de dotar de capacidad a los seres para habitar el mundo. Según salen, prácticamente. Hay dos especies de sacas: la de los seres y la de las capacidades. Y en función de la debilidad del ser y sus precariedades así se van sumando a él ciertas capacidades para protegerlo algo más y hacer sostenible su especie. Llegado el ser humano, ya no quedan capacidades.
ἅτε δὴ οὖν οὐ πάνυ τι σοφὸς ὢν ὁ Ἐπιμηθεὺς ἔλαθεν αὑτὸν καταναλώσας τὰς δυνάμεις εἰς τὰ ἄλογα:
La "precariedad" "natural", la más que tendencia a la carencia en la que los seres humanos han sido sacados a su existencia es, a tenor del proceso, un error y poco más. Una falta no deseada y no querida. Mera falta de provisión, de previsión. La "potencia" no estaba disponible al llegar nuestro turno y, se deduce, entonces así nos va. El caso es que otros seres tienen algo que a nosotros nos vendría bien.
Como el relato es el relato, y poco más, no hay que darle muchas vueltas. Las especies ya eran diferentes antes del añadido protector. Prometeo se sorprende del buen orden que hay, un orden cuidadoso. Pero contrasta la desnudez del ser humano y la exposición de su debilidad.
Entonces se relata el famoso "robo" a los dioses y "donación" a los seres humanos. Dos ámbitos de realidad, que pueden compartir su sabiduría. Esta es extrapolable, pervive fuera de su ámbito como dominándolo todo. Son Efesto y Atenea los agraviados. Lo importante no es solo el "fuego", sino el saber de estos dioses. Y la posesión del "fuego" hace útiles a los humanos inútiles por condición esencial.
ἀπορίᾳ οὖν σχόμενος ὁ Προμηθεὺς ἥντινα σωτηρίαν τῷ ἀνθρώπῳ εὕροι, κλέπτει Ἡφαίστου καὶ Ἀθηνᾶς τὴν ἔντεχνον σοφίαν σὺν πυρί—ἀμήχανον γὰρ ἦν ἄνευ πυρὸς αὐτὴν κτητήν τῳ ἢ χρησίμην γενέσθαι—καὶ οὕτω δὴ δωρεῖται ἀνθρώπῳ.
Y nada más decirlo apunta algo fantástico:
τὴν μὲν οὖν περὶ τὸν βίον σοφίαν ἄνθρωπος ταύτῃ ἔσχεν, τὴν δὲ πολιτικὴν οὐκ εἶχεν: ἦν γὰρ παρὰ τῷ Διί.
Carecen, como es palpable, de sabiduría política. Este saber es propio del dios de dioses. El mismo, se supone, que le ha encomendado a Epimeteo la tarea, sabiendo entonces que, probablemente, no iría del todo bien. Del pobre Epimeteo, con toda su fuerza titánica, se tenía una concepción un tanto negativa. Un nombre vinculado a la vivencia ingenua del tiempo, que va momento a momento, sin visión de conjunto, sin mirada amplia, sin carácter forjado en horizonte. Muy cuidadoso con el presente, eso sí. Pero que no "calcula", que no posee una buena ciencia para vincular el tiempo en su magnitud propia y la situación del presente en él. Al que la responsabilidad le despierta siempre en forma de culpa. Aunque curiosamente suele no padecer los castigos y las desafecciones.
El caso, le falta sabiduría "política", para las relaciones. Carencia no despreciable. Que le hace, y aquí quiere ir Protágoras, todavía vulnerable en grado sumo y le priva de una vida cómoda, como el resto de las especies -si es que la llevan- y de los dioses -a quienes se le supone tal condición-.
Hay algo "gracioso" en la posesión de la sabiduría que auxilia la vida en torno al fuego. Y es que aquí se deja ver claramente que, en última instancia, no es producto del ser humano, sino recibida. No es su desarrollo. No hay un antes de ello. Lo cual, más que negar nada, muestra cómo está de conectada la vida en el caso de las personas con la capacidad técnica del fuego, con este saber que le permite desarrollar innumerables adaptaciones al mundo. Todo va de eso, ciertamente.
El castigo lo dejamos para el teatro.
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